Comentario: Osvaldo Alfredo Gozaíni “Manual de Despachos e Interlocutorios Judiciales”

AUTOR: PATRICIO ALEJANDRO MARANIELLO
Prólogo de Jorge Ferro Editorial Grün, Buenos Aires, 2001, 669 págs.

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Un libro sobre despachos e interlocutorios judiciales no parece común, pese a la existencia de clásicos que han enseñado el difícil arte de comunicar con claridad la decisión jurisdiccional en asuntos de trámite.

Mucho más difícil es encontrar una obra que abarque con tanta amplitud el desarrollo de un proceso civil tipo, y que se detenga en todas las instituciones de práctica posible, como resulta analizar una a una las disposiciones del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.

Pero la mayor sorpresa radica en la claridad de la exposición; en la lectura simple sin estridencias; en la comprensión rápida de lo resuelto; en la elusión provocada de la remisión a normas y disposiciones que obligan a despejar una nueva incertidumbre (¿que dijo? ¿qué quiso decir? ¿qué me quiere indicar?).
Es por eso que este no es un manual para el funcionario burócrata del proceso, sino un libro que piensa cada resolución y la expide en la dimensión de sus fundamentos. Claridad y precisión, simpleza y concisión, son suficientes para hablar claro y decidir con certidumbre.

Precisamente este es un problema de quienes ejercemos el oficio de abogar. Nos hablamos en el litigio con formas y rituales que no son propios en nuestra vida; adoptamos la solemnidad para diferenciarnos, pero también, para alejarnos de aquél hombre que está en el litigio soportando, además de la crisis humana, el sofisma de un procedimiento que no comprende y, peor aun, lo empequeñece privándole de sus mejores sentimientos de confianza hacia el sistema.

La experiencia latinoamericana en este punto tiene puntos en común. Por eso me parece importante repetir un lúcido pensamiento de un autor peruano (De Trazegnies Granda) que dice: «El Poder Judicial se ha cerrado sobre sí mismo, se ha aturdido con sus propios problemas y ha perdido de vista que es un servicio público como cualquier otro, y que como tal tiene que dar satisfacción a los problemas de los ciudadanos. En vez de ello, se ha hecho una imagen de su propia función como si ésta no estuviera al servicio de ese hombre que viene a pedir que se le resuelva su problema concreto, sino de una abstracta diosa Justicia. Es por ello que actúa más como una orden religiosa hermética que como una empresa de servicios que debe tener la atención puesta ante todo en el público. Esto ha llevado a la subsistencia de hábitos mentales y de trabajo absolutamente obsoletos, al mantenimiento de procedimientos engorrosos que retardan innecesariamente la justicia, a la utilización de un lenguaje que no entiende el común de la gente al punto que, cuando lee la sentencia, el litigante tiene que preguntarle a su abogado si ha ganado o perdido y el propio abogado no puede encontrar una explicación coherente y transparente de las razones por las que ha ganado o perdido porque la Corte se pronuncia a la manera de un oráculo, sin preocuparse de fundamentar y explicar su decisión…Basta con visitar el Poder Judicial para sentir ese aire de cosa vetusta, que a veces es intencionalmente adoptado para crear una aureola de falsa dignidad y otras es el producto de una simple decadencia. Los terciopelos raídos, los dorados descascarados, las alfombras gastadas, no son ya símbolo de ninguna majestad sino la muestra más evidente de que algo muy malo está pasando en el Poder Judicial, de que hay un envejecimiento del sistema que puede ser sumamente peligroso para la sociedad…»

En fin, el estudio de Patricio Maraniello es altamente recomendable para Jueces y funcionarios, y una guía de orientación para el abogado, donde ambos seguramente encontrarán resueltos buena parte de los oficios del dilema que significa abogar.

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